CON LA
MÁSCARA
“Sin esa tonta vanidad que es el mostrarnos y que es de todos y de todo, no veríamos nada y no existiría nada". (Antonio Porchia, Voces)
Un hombre anunció su muerte por covid 19 con una selfie en instagram. Su último gesto fue subir una foto donde aparece con un respirador. A los 3 minutos fue declarado muerto y su familia notificada. Sus amigos dejaron emojis de corazones en los comentarios.
Una máscara es una pantalla. O más bien, una pantalla es una máscara. Una capa para mirar el mundo y proyectar cómo ser mirado. La renta cognitiva de Mateo Pasquinelli lo vaticino. Ya aprendimos que un sign in no es tan inocente. No solo se entregan datos, esos datos se monetizan, esos datos se venden. Pero no es lo único en venta.
Estuvo pensando un post todo el día. Tomo una foto, luego otra. Primero un filtro. Cambio el nombre de la cuenta. Empezó a tener seguidores. Publicaba en cada foto unas palabras que valieran el tiempo de un lector. Las palabras adecuadas, las palabras que enuncian, las palabras que inscriben a ese ser como una persona educada y leída. Profunda sobre todo. Se volvió obsesivo. Pasaba el día mirando instagram. Se volvió obsesivo.
La máscara agranda. Sube la audiencia. Se levanta la audiencia. Vienen los likes. Con ellos viene el capital. De momento simbólico pero pronto será traducido a otros réditos. La máscara engrandece porque estalla y permite mentir y agrandar lo que es pequeño. La descripción de la máscara miente porque necesita hacerlo. Miente para crecer. Crece la audiencia. Miente para agrandarse y poder ser más de lo que es. O no, no ser. Para aparentar ser.
Capitalizar post y el story y la existencia virtual en redes se volvió imprescindible. La gente se adorna. La existencia no existe sin ese otro yo virtual. La gente se abanica. Sin ese like que legitima esa existencia virtual. La gente se perfuma. Un espectro que carga una máscara.A la larga todos fantochean. La gente se exhibe. Crece la audiencia.
Una mujer miente sobre su currículo en un post de instagram. Todos sus post de instagram son falsos. ¿Pero que es lo falso? Una existencia que procura no mostrar fisuras, sino lineamientos de un capital asumido. Los que la conocemos sabemos que se puso una lupa y se magníficó.
Todos los post de instagram son máscaras. La gente necesita capitalizar su yo en la red. Esa capitalización no representa necesariamente dinero (como en el caso de los influenciadores), es más una parte de si mismo -una máscara- un commodity consumible. La economía del like por el like, penetrada por esa pulsión del gesto rápido, tiene otras utilidades. Lo que ingresa con cada like es plusvalía, un capital relacional que válida al otro, a sus acciones, sus posturas. Es también pura libido. Todo es rápido y se digiere pronto. Un juego de privación en respuesta rápida activado por nuestro yo más primitivo, ese que solo obedece al reptil que llevamos dentro.
A lo que nadie le da like no existe. Porque un like have que algo exista. Y ojear un story o el feed es una inversión. Y entre más lo ven, más lo ve el algoritmo. Esa máscara no es solo la que construye una existencia virtual, sino esa otra con la que interactúa. Tú mejor yo, también es una mentira. Para las personas-marca, el valor de red se suma a las nociones más establecidas de valor de uso de productos básicos y valor de cambio, una "plusvalía de la red". Una máscara implica que hay dos caras. Uno que está al frente -la máscara- que se muestran y se deja ver, y ese otro que lleva la máscara -quién proyecta la mascara-. Uno no es más real que el otro, uno es una proyecccion del otro. Ambos son totales y se convierten en uno. Desde la máscara implica también un lugar: desde, un origen de tiempo y lugar.
Si no posteas no existes. Si no posteas eres invisible. Si no posteas no estás en el radar. Si no posteas no te conocen. Si no posteas no te invitan. Si no posteas eres invisible. Hay que postear para mostrar. Hay que mostrar lo que se hace. Hay que hacer lo que se muestra. Hay que producir. Hay que estar en la escena. Hay que estar en la juega.
Todos lo odiamos pero todos lo usamos. Como los códigos de escritura sobre arte. Cierto tipo de lenguaje. Ciertas palabras clave. Ciertos conceptos algo desarrollados. La jeringonza artística lo demanda. El sistema lo valida. Cierto nuevo lenguaje se produce. De la misma forma ciertas imágenes, ciertos stories, ciertas palabras, ciertos posts son una estrategia de poder. Cuánto más se ensucia, cuánto más se agrande la máscara, cuánto más fantoche y pavoneado el individuo, más puede mantener su plusvalía. Es algo extrañamente pornografico en un exceso de exhibición agotador.
La necesidad constante, performática, de venderse, de exponerse, de sobremostrarse, de producirse, hace parte de unas vidas capitalizadas al sistema neoliberal, pues busca, con un like -que es casi como una moneda- que el otro compre/acepte/apruebe/aplauda. En la máquina de expectativas y ficciones que permite la máscara, el exceso de exhibición agota. Hasta la máscara se cansa.
Este texto aparece publicado en el Carnaval Digital 2020, Desde la máscara:
https://carnavaldigital.com/desde-la-mascara